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jueves, 27 de octubre de 2016

Nos fuimos a un banco del Parque del Oeste a charlar



   Me dijeron… un tal R. al teléfono, pregunta por ti, que te pongas. Ostras, ¡R.!, no sé por qué entonces me malicié… verás, este, que se ha separado. R., buen amigo de la Facultad, licenciado en Historia y en Políticas, profesor luego en colegios religiosos, con el que tantos asuntos universitarios, de los de estudiar y de los de pasárnoslo a lo grande in illo témpore tenía yo compartidos, de quien luego los horarios laborales, el matrimonio y los hijos, el vivir en distintas localidades, esa ley de la vida adulta y adusta, me había por completo separado, que me llamaba… ¡veinte años después!... Qué tal tu vida, Jose Antonio, oye, nada, que me gustaría, cuando puedas, quedar y charlar un rato, si puedes, claro, de veras… El teléfono no podía ocultar un leve temblor en el timbre de su voz, raro en él, enérgico y jovial en mi recuerdo.

    Nos vimos unos días después. La lija del tiempo me ha estropeado más a mí que a él, pensé al verlo, con el mismo buen pelo de entonces, algo más gordito al bajovientre si acaso. Nos fuimos a un banco del Parque Oeste a charlar. Había chavales correteando por allí, potros desatados tras el establo escolar. Por dentro, sin embargo, encontré a R. del todo abatido. Con la cabeza baja entre los hombros, los ojos acuosos, con los brazos vencidos, era una taciturna estampa de la desolación. Sí, -maldecí entonces mi listeza-, acababa de divorciarse. Así lo había decidido su mujer, doce años más joven que él, tras eso, veinte años de matrimonio, sin causa que él se explicara… o quisiera entonces revelarme. No había ninguna otra mujer en su caso, eso era indubitable. Estaban además enfangados en agrios pleitos judiciales, sólo cruzaban palabras a través de abogados, había tenido que abandonar él el domicilio habitual, no estaba siendo una separación amistosa, todo lo contrario, con dos hijas ya mocitas, divididas también ellas en sus afectos paternos… Un palo tremendo, Jose Antonio, qué he hecho yo, para nada me lo esperaba, lo estoy pasando fatal, las vueltas terribles que te da la cabeza, me he tenido que ir a vivir a la sierra, muchos días me siento solo, muy solo… tú también te separaste, ¿no?...  CONTINUARÁ mañana


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