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lunes, 29 de febrero de 2016

Antes que las Diputaciones, las Autonomías, guapitos de cara

   


   A ver, si tan atacaítos se os ve, Pedro y Albert, por hacer Historia, si tan flamencos se os vislumbra por el cambio y el progreso, si tan osados con todo lo que está mal sois, atreveos con el horrible Frankestein que desangra las fuerza de la nación española hoy: las taifosas Autonomías, sí. Pues claro que hay que liquidar sin contemplaciones las corruptelas, las ineficacias burocráticas y tantos paniaguados corrutos de las Diputaciones. Pero mucho, muchísimo más letales y tóxicas para los españoles nos han resultado y resultan las autonomías. Y es tan fácil de ver ese Frankestein como imposible de emmendar, a menos de echarle un par, jovencitos mosqueteros de qué verdadero progreso de España.
   El estado de las Autonomias ha descuartizado y arrancado de las conciencias de buena parte de los españoles cualquier idea de pertenencia a una entidad superior con la trayectoria histórica y con las universales cimas culturales que alcanzó España, para sustituirlo por el aldeanismo más ombliguista que pueda imaginarse. Ha centrifugado la común idea de España, forjada por millones de hombres y de mujeres, y de grandiosos creadores y artistas, a lo largo de los siglos, hasta hacerla desaparecer del cotidiano conocimiento. Ha arrojado por la borda el tesoro de todo ese excepcional precipitado histórico. Ha bonsaizado las mentes. Ha propiciado la irrupción grosera de sucesivas generaciones de insolidarios separatistas, con un único denominador común en su singular patanería: el acerbo encono hacia lo español, como si Cervantes, Velázquez, Quevedo, Goya, Lope de Vega, Zurbarán, Garcilaso… merecieran sólo su rufianesco desdén autosatisfecho. Ha jibarizado a las personas.
     Ha alumbrado, en todos los partidos, toda una oronda ralea irrecuperable de burócratas politiqueros alicortos que incluso hacen buenos a los caciques decimonónicos –al menos ilustrados y con cierto sentido de Estado muchos de ellos-, que se dedican a  dilapidar los millonarios fondos públicos para subvencionar un tinglado omnívoro de intereses locales, una red clientelar de omnicomprensivos intereses creados que les hacen imprescindibles, que hacen girar en vilo en su torno, nuevos Señores feudales, a la inmensa mayoría de la población, que en la casi totalidad de su filantrópica opresión dependen.
   Son las Autonomías las que yugulan y estrangulan y sangran al Estado de todos, son sus burócratas sátrapas quienes le exigen al gobierno de la Nación, los que han regulado para su más rastrero egoísmo el curso de los ríos de España y hasta el del aire que respiramos, los mismos que hacen imposibles, con sus babélicas y odiosas taifas, esos sádicos corsés que todo lo comprimen, una política de más amplios horizontes, que ensanche, con el dinamismo y la igualdad legal que exige una sociedad moderna, las oportunidades de vida de las personas, es decir, que amplíe sus libertades reales. Ahí tenéis al Monstruo, Pedro y Albert, atreveos con él, a limarle sólo las uñas, si en vos hay cuajo. Y si no, no os estiréis entonces tanto, hombre.



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1 comentario:

Anónimo dijo...

Genial !

Sólo añadir que todas estas aperturas de melones constitucionales, reformas del senado, adecuación de España al seny catalán y ministerios de la plurinacionalidad, sólo pretenden ahondar en el fangal que ya hay.

El sabio y generoso pueblo español, hay que ser muy generoso para dar de nuevo el voto a quien están arruinándote la vida y la nación, decidió que eran esas las políticas que hacen falta y que sobre el estado autonómico: antes muertos que suprimir la tilde de la o.

PD. Dice esta mañana el psiquiatra Poveda, en intereconomia, que le dijo Ana Rosa Quintana, cuando se supo que tenía un negro copión, que esta le dijo: "na ! eso se pasa, lo importante es que yo estoy aqui en la tv." Y comentaba Poveda que le quedó claro que ella sabe perfectamente que al soberano lo que le importa es la apariencia más que el fondo.

misael