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domingo, 13 de septiembre de 2015

Balada de Rafa, un músico abatido

     


   Rafa es un músico joven, no llegará a los cincuenta. Tímido, un punto retraído, noble en toda su persona, también compone él  temas propios. No deja de acudir al Conservatorio local, dispuesto siempre a seguir aprendiendo éste o aquel instrumento. Se gana la vida tocando por toda España en las fiestas de pequeños pueblos, con un grupo que forman tres, cuatro o cinco integrantes, según manden el edil y el presupuesto del lugar. Hacen versiones de las canciones de ahora y de siempre, pues han de aseadamente dominar ellos pasodobles y boleros, rancheras y merengues, más los temazos de los cantantes cada año de moda, y dar así gusto a todos. Les gusta la música, aunque sea la de otros, disfrutan haciéndola y hacen disfrutar con lo suyo a la gente… Lo hacían, más bien.  
     
  Cabizbajo, me confiaba Rafa el otro día su hondo penar, como si desplegara sólo para mí una balada bien triste y valiosa a la vez que con directo dolor le saliera de las mismas tripas: “…me encanta la música, ya sabes, Jose… pero cada vez me da más asco salir a tocar… asco, sí, no te puedes imaginar las que nos lían esos vándalos cabroncetes, en cada pueblo peores que en el anterior… a ver, siempre ha habido un poco de cachondeo hacia los músicos, vale, tienes más que asumidas las bromas… pero esto de ahora, lo hemos visto poco a poco aumentar, no son bromas,  son ofensas muy crueles… unos mierdas borrachos y drogados hasta las pestañas que te hacen sentir a tus años, eso, como una mierda… Empiezan por hacer botellón y armar bullanga a tope donde tocamos, justo delante de nosotros mismo se ponen y dándonos la espalda ya de entrada… Con la que lían consiguen que la gente más mayor se largue a los diez minutos de actuación, y nosotros allí, subidos al remolque dándole a lo Ricky Martin… empiezan a meterse a voces soeces con la cantante, a incordiarla, a tocarla, se suben al remolque mientras tocamos y con sonrisa falsa tenemos que, por favor, indicarles que se bajen… nos chillan entonces burlándose, se mofan dedicándonos con las manos corazoncitos a lo gay como enamorados nuestros entre risotadas y gritos a medio metro de nosotros… no te hablo de cuatro o cinco, treinta tiparracos brutos como arados… y tú que tienes que seguir allí tocando… se nos enganchan por momentos a los hombros, también del cuello a la cantante… el otro día paré a medias la canción… o nos respetáis o no tocamos como pude les dije… no quedaba allí autoridad alguna… empezaron a abuchearnos más, borrachos y drogados como iban, a pillar ellos mismos los micrófonos…  ¡amenazaron con zurrarnos! ¡Os pagan por tocar y es lo que tenéis que hacer!... Tener que tragarte todo eso y mirar el terminar como sea, contando las canciones que faltan, avergonzados, humillados en lo más íntimo, en vilo además porque no se líe del todo, con el equipo, los instrumentos y la mesa allí … un desastre, Jose, están acabando con las orquestas, con los músicos, sólo quieren electrónica y bacalao… cada vez que oigo la de las generaciones mejor formadas de la historia de España es que me pongo malo… un desastre… ¿Y si te digo que esa panda de borrachuzos me da miedo, que paso miedo delante de ellos? ”.
   
  

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