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jueves, 29 de marzo de 2012

Sobre las andaluzas DOS



   
   Alimentaba también la desatada euforia del equipo de Arenas los datos de las recientes elecciones generales y municipales. Y la argucia de Griñán en retrasar y separar las elecciones se ha desvelado extraordinaria estratagema para sus intereses –palmaria demostración del maquiavélico mecanismo en el que redunda la praxis política, obsérvese de paso la tosquedad intrínseca en la maniobra de Cascos obligando al electorado sólo tres meses después a volverse a pronunciar sobre lo mismo- en la medida en que le ha permitido a Griñán diferir crucialmente la sanción del electorado y llevar la elección a un escenario por completo distinto.
     
    No es sólo que la sociología electoral demuestre hasta el aburrimiento que mucha gente vota distinto en elecciones generales, autonómicas y locales, lo que hubiera debido bastar para alertar y curar de autosuficiencia al equipo de Arenas y a los ministros del gobierno paseados en campaña –aspecto este que difuminaba la propia valía del equipo popular andaluz y desplazaba del debate la gestión del gobierno andaluz-.
   Es muy posible que se haya producido sobre todo en los últimos días un fenómeno psicológico de casi imposible solución para Arenas y para cualquier otro político: es probable que ese cinco por ciento de electores que siguen sólo la política de refilón y que tenían pensado votar al PP hayan experimentado una suerte de fenomenal vértigo interior al comprender que de ganar también por mayoría absoluta en Andalucía la concentración de poder –en todos los escalones-  para los populares –con la necesaria reforma laboral aprobada-  habría sido excesiva y desorbitada para recaer en unas solas manos, aprensión –con habilidad también agitada por la campaña socialista- ante la que hubieran optado por la abstención. Piénsese que incluso en los tiempos de la más aplastante hegemonía socialista –felipismo rampante- no consiguieron tampoco ellos –cierto que no bajo las durísimas circunstancias económicas actuales- el poder en la totalidad de las autonomías.
   
    El hecho indudable es que la mayoría absoluta que pronosticaban todas las encuestas –incluso de forma bien extraña y abonando las hipótesis más enrevesadas, las de los propios medios y opinantes que les son más contrarios-  sumió al PP andaluz en una suerte de éxtasis de triunfo prematuro que paralizó su mensaje a la hora de persuadir a su potencial electorado de la trascendencia inexcusable de acudir a las urnas. Esas desatadas expectativas son las que han trocado la victoria popular en amarga y las que han hecho dulce la derrota socialista.
   
    Pero el oficio tenaz del político ha de ser, recordémoslo una vez más, defender pro domo sua – de los valores que defiende- sin traicionar los datos esenciales de la realidad, claro, -caeríamos entonces en la secta- su definición de la misma. ¿Que no se ha conseguido la mayoría absoluta? Cierto. ¿Que era esa, bien pensado y a la vista de los datos estructurales que acabamos de repasar, una tarea endiabladamente complicada? No menos cierto. ¿No necesitó acaso Aznar primero, y Adolfo Suárez antes, y el mismo Zapatero después, una mayoría minoritaria para acceder en toda España al poder? Y sobre todo, pensémoslo, ¿qué hubieran contra viento y marea, pletóricos de uves, de sonrisas prolongadas y de rosas al viento, los jerifaltes socialistas mantenido de verse en el mismo caso que los populares? ¡Han perdido ellos nueve escaños y más de seiscientos mil votos y cómo levitaban la noche de autos! 
    
    Paradójicamente el salvar los muebles de los socialistas en Andalucía supone sobre todo un vital oxígeno para la supervivencia de las vetustas camarillas que en toda España los dirigen, y hubiera sido una más estrepitosa derrota en las urnas la que a las claras hubiera planteado la acuciante necesidad de la total renovación, y no está claro que esta pervivencia de los conocidísimos espadones socialistas sea del todo mala noticia para los intereses electorales de Rajoy.
    
    De manera que anunció Arenas el histórico triunfo –que lo es- por él capitaneado, sí, pero, al hacer también más transparente su interna decepción, no mantuvo la lógica subsiguiente al establecimiento de esa premisa. ¿Qué le impedía esa noche, mostrándose en ganador como lo era y a pesar de todos los obstáculos que hubiera podido él enumerar, recabar su derecho a formar gobierno, a reivindicar cara a la Opinión pública un gobierno en minoría, o a proponer un gobierno de coalición, o a emplazar a IU a definirse sobre su tan cacareada incompatibilidad con la corrupción socialista? Le hubiera quizás permitido eso mantener la iniciativa y no arrugarse ante la Decepción, que puede precipitar a todos sus seguidores en la desilusión y en el derrotismo más destructivos,  justo lo que el oponente con más fuerza anhela.
     
   Pues verdad irrefutable es, consiga o no gobernar, que consiguió Arenas un hito histórico: liderar la lista de la Derecha que por vez primera en Andalucía más apoyo que ninguna otra formación de los ciudadanos recibió. No es poca cosa. Decía también Maquiavelo que son precisos al Príncipe “la astucia del zorro para evadir las trampas y la fuerza del león para espantar a los lobos”. Y que salga luego el sol de la Fortuna por Antequera.

5 comentarios:

Helio dijo...

Dulce derrota para unos y amarga victoria para otros ese ha sido el resultado.
Pero lo peor,la enorme decepción de ese gran numero de votantes andaluces que confiaban en un cambio político.
Mas de lo mismo en Andalucía, bueno quizás un poco peor.
Saludos.

Noumenadas dijo...

Han ocurrido los dos fenómenos: éxtasis pepero que ha facultado la abstención de muchos paniaguados con alma derechista pero veleidad contemplativa izquierdosa y, por otro lado, radicalización extrema de mucho niñaterío de red social y cafetería de facultad (me apropio la expresión de un pepero) que, en los últimos días -de forma inopinada- han resucitado al talibán estalinista Sánchez Gordillo. Creo saber de lo que hablo.

Soy andaluz de la parte occidental. He votado PP, no necesito publicitarlo. Pero vivo en un ambiente hostil, rodeado de atrabiliarios progres que, al mejor estilo del Papa en Cuba, dentro de unos días se enfundarán el capirote y tocarán ensimismados el himno nacional español, cada vez que un paso de Semana Santa entre y salga en una de nuestras imponentes catedrales, como si tal cosa. Por aquí, si vas de facha o simplemente por la forma de vestir, peinarte o decir que no ves "La copla" de Canal Sur, se creen que eres de derechas, poco menos que te escupen a la cara y te ningunean de "todo" en una suerte de no perdonarte la vida "sine die". Se entiende el mundo al revés y no se ve por qué un desarrapado no pueda llegar a "rey mago" o "pregonero semanasantero", que son las dos máximas apiraciones intelectuales y vitales de los andaluces. Y también es verdad que subsiste una casta parasitaria de duques de Alba, intocable hasta para conseguir hacer la vendimia.

Lo de estos pagos no hay quien lo entienda, si es que no se es andaluz. Tengo la ventaja de haber vivido entre Barcelona y Madrid y poder contrastar. Siempre pensé que los "más" diferentes de la tribu ibérica son precisamente los descendientes de los vándalos y -según los más conspicuos historiadores- todos esos desarraigados provenientes de la repoblación de la reconquista católica, con apellidos castellanos y norteños en su inmensísima mayoría.

Ni somos vagos ni somos los que más follamos. Lo que pasa es que la pimpante industria andaluza es la cofrade semanasantera (incluso el mercado negro de las "ferias" redunda en lo mismo), hasta para encontrar director de tesis doctoral. Y, con respecto a lo otro, los árboles no nos dejan ver el bosque. Es cierto que el mujerío de estos lares es tan magnífico como abracadabrante. Pero también lo es que son los toreros, campuzanos y herreras de turno los que se lo comen crudo, por una manera fascista y antropológica de entender la gestión de los placeres mundanos que tiene por aquí la peña, sin solución de continuidad. Así que, entre una cosa y la otra, esto no es que sea tierra de promisión, sino de perpetuación inmisericorde e inmarcesible de la "Sevilla eterna", uno de cuyos pilares más sonados -ya se sabe- es la C/ Bardem, de evanescentes recuerdos.

No obstante, también yo me he atrevido a refregar en según qué ambientes docentes (¡que hay que tener cojones!) eso de que "por primera vez el PP ha ganado en Andalucía, teniéndolo todo en contra". Es algo a valorar, sin perjuicio de que la escalada de troskystas sea de lo más atorrante que se despache.

Un abrazo.

César dijo...

Eso sí que no, caballero, eso no se puede admitir; tal discriminación no es propia de un cabal escritor, de un caballero español que se precie y sabemos que te aprecias: ¿Porqué sobre las andaluzas DOS y a las gallegas que les den?

A pesar de la perenne crisis, me encuentro satisfecho de mí mismo; tengo amigos progres y amigos conservadores y he decirte que no les aprecio más en función de su ideología, sino del vino que me dispensan.
Y jamás negaré la brillantez de tus escritos por la ideología que emanan. Ya sabes que una espiga se compone de trigo y paja y a veces incluso la paja es necesaria.
Saludos.

Asociación cultural Poetas de Bailén dijo...

En Andalucía aún se sigue asociando el pp a franco. Dará igual lo que hagan los socialistas, aquí seguirán siendo mojitas de la caridad. Una pena. Yo no soy un andaluz sorprendido.

saludos

Sostrato de Cnido dijo...

La decepción que esta democracia ofrece de nuevo empieza a ser una losa terrible.

Hundimiento económico, político y moral de Andalucía. Gobernará de nuevo un partido que les condena a una crisis económica que durará decenios en esa zona, en el mejor de los casos, tanto desde el gobierno central como desde la dictadura hereditaria de la comunidad. Que les roba a manos llenas y se ríe de ellos a la cara.

La democracia garantiza al menos una cosa, nadie consigue más de lo que merece

Un abrazo